En las primeras semanas a mi llegada a Lima, me enteré de la existencia de una de las colecciones de automóviles clásicos más importantes de Latinoamérica, La colección Nicolini. Mi guía recomendaba la visita aunque por mucho la página de internet no alentaba mis expectativas http://www.museodelautomovilnicolini.com/home.htm.Decidí entonces afrontar las casi dos horas de trayecto hasta el sitio ubicado en La Molina, a unos cuantos kilometros de la Universidad Nacional Agraria La Molina.
La edificación amurallada daba mas bien pinta de fábrica y para nada de museo. No me deje llevar por mis conjeturas por lo que al llegar a la entrada principal semiabierta exclamé mi siempre educado "buenos días", como nadie me contestaba decidí asomarme timidamente y divisando al frente lo que parecía un Pontiac Grand Prix 1964 me encontré con el guardia que amablemente me dió la bienvenida y el boleto que por 20 soles me permitió entrar al museo y al taller de reparación.
El patio del museo mostraba algunos vehículos oxidados y esperando en fila su turno para ser restaurados en el taller, siempre escandaloso, con esa mezcla conocida de cumbias y martillos.
Pude divisar solo de reojo un Buick Riviera del 65 y un Chrysler Imperial del mismo año y encaminandome a la entrada del museo noté una motoneta azul cielo que parecía sacada de algun episodio de "Los Supersónicos", a su costado una pared llena de fotografías enmarcadas con motivos históricos del mundo automotor.
Comencé a caminar por el pasillo encontrandome piezas como un Alfa Romeo 2600 Zagato 66, un Shelby GT 350 1965, un Allard K-2 1950 del cual solo se produjeron 21 unidades en le mundo, siendo éste uno de los tres destinados a Sudamérica.

Seguí apreciando por un tiempo estas grandes obras de ingenieria y entre Lincoln´s Cadillac´s, Oldsmobile´s, Packard´s, Ford T´s y A´s, llegué finalmente a lo que me pareció un Chrysler Airflow 34, aquel que resultó ser un fracaso después de años de investigación en aeronáuitica y que para su época fué un revolucionario adelantamiento no muy bien recibido.
Continué con un Rolls Royce Phantom II convertible de los 30´s, un Pierce Arrow 1603 del año 36 y finalmente con el auto insignia del complejo, un Auburn Speedster 851 SC del 35, considerado el último gran deportivo de los 30`s 
El museo cuenta con 2 automóviles únicos en el mundo; un Wanderer 1915 Sport Tandem que tiene la particularidad de acomodar a sus dos ocupantes en fila (al igual que en una motocicleta) y un Studz BB del 28 diseñado en Francia y fabricado por carroceros de la reina de Inglaterra. 
Para entonces ya no podía recordar que automóvil me había impresionado más y es que contar con una colección de piezas tan valiosas como ésta es inimaginable y aún más increíble es pensar que el 95% de ellos fueron hallados y restaurados en el Perú.
Al fin terminaba de recorrer el museo y el guía me invitaba a conocer el taller de restauración donde más modelos increíbles esperaban su turno para brillar como antes. Los artesanos que trabajan en la reconstrucción de estos hitos son de verdad maestros del martillo y la soldadura y sus barbas blancas demuestran el amor y devoción que han entregado a este arte.
Fué así como emocionado y nostálgico me despedí del dueño de esta extraordinaria e imperdible colección, Don Jorge Nicolini, que humilde y amable nos abre las puertas de su museo, El más importante de América Latina.
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